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lunes, 27 de febrero de 2012

Necesitamos un cambio de mentalidad: La iniciativa privada puede ayudar a salvar nuestro patrimonio


Mapamundis del siglo XV desgajados de un libro de la Biblioteca Nacional; el Códice Calixtino del siglo XII desaparecido del archivo de la catedral de Santiago de Compostela, mosaicos romanos del siglo V arrancados del suelo en un pueblo de Burgos... las noticias sobre robos de obras de arte o agresiones al valioso patrimonio cultural español vuelven una y otra vez al primer plano.

Pese a estas noticias, los expertos consideran que los bienes patrimoniales de España están en general en buen estado. “Vivimos la edad de oro de recuperación del patrimonio gracias a que hay más conciencia y a la labor de las administraciones”, afirma José María Pérez, Peridis, arquitecto y presidente de la Fundación Santa María la Real.

“Gran parte del patrimonio, que sobre todo es religioso, se encuentra en zonas rurales casi despobladas”, destaca Peridis. El viñetista de EL PAÍS llama a este hecho “la segunda desamortización, porque quedan pocas monjas y frailes que cuiden y enseñen esos edificios y además es gente mayor. Esto va a plantear en poco tiempo dificultades serias”. La despoblación afecta sobre todo a zonas de Aragón, Castilla y León, La Mancha y Extremadura", añade Araceli Pereda, que fue redactora de la actual Ley de Patrimonio, de 1985. A esta situación la denomina Felipe Criado, director del Instituto de Ciencias del Patrimonio, del CSIC, “la descomposición de los antiguos sistema de vida”.

Sáiz reclama, por un lado, una mayor implicación de los titulares de las joyas artísticas: la Iglesia, los ayuntamientos y los particulares. Por otro, coincide en que hay que concernir a agentes privados “porque es insostenible poner en cada ermita, en cada yacimiento arqueológico, un guardia y una valla”. El director general de Patrimonio de la Junta castellano-leonesa apunta: “A cambio de que la iniciativa privada gestione unas ruinas, habrá que otorgarle concesiones para que se ocupen de organizar las visitas, de la seguridad, de que haya un guía… eso no significa que puedan poner junto a una ermita un hotel o un balneario, pero sí que celebren conciertos, por ejemplo, para sacar dinero”. En otras palabras: rentabilizar las piedras sin que pierdan su razón de ser.

En este panorama hay que contar con los recortes y la situación económica. “Las crisis, a veces, sientan bien al patrimonio porque evitan un desarrollismo destructivo, menos presión por el ladrillo”, argumenta Araceli Pereda. Además, no todo puede pasar por pedir dinero al Estado. Felipe Criado, del Instituto de Ciencias del Patrimonio, admite: “Lo primordial es abrirse a la iniciativa privada, el gran desafío es que surjan empresas que busquen oportunidades en el sector”.

La fundación Santa María la Real ha desarrollado un sistema que permite monitorizar los templos. “Los propios edificios avisan cuando hay problemas”, explica Prieto. Para ello se instalan, en primer lugar, detectores de temperatura: “El ambiental es el principal factor de riesgo porque afecta al edificio y a la conservación de los bienes. Antes, las iglesias se usaban más, ahora pueden estar meses sin ventilarse”. También colocan sensores que registran si se abre una grieta en un muro o si sube la temperatura en alguna zona, lo que puede ser indicio de fuego. Y el tercer sistema de vigilancia es por el hombre: “Para evitar robos hemos diseñado unos sensores específicos para determinadas piezas. Si saltan las alarmas, avisamos al propietario de inmediato”. Prieto agrega que este modelo no es caro: “con unos 20.000 euros se tiene una iglesia completamente controlada”, asegura.

España está aún atrasada con respecto a países como Inglaterra o Francia. “Allí tienen en cada pueblo asociaciones de voluntarios que se ocupan de sus bienes culturales”, concluye Peridis. En definitiva, amar el patrimonio para acabar con actitudes como la de aquella señora que, un buen día, en Medina Azahara, el conjunto arqueológico cordobés, quiso llevarse una piedra para su casa. Recriminada por los vigilantes, les espetó: “¡Pero si hay muchas!”.


Fuente: El País

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