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miércoles, 22 de febrero de 2012

Seminario «El expolio y el tráfico de bienes culturales hispanos»

«Los museos comarcales pueden ayudar a proteger el patrimonio»

Experto en iconografía medieval e investigación iconográfica, José Luis Hernando Garrido es doctor en Historia del Arte y conservador del Museo Etnográfico de Castilla y León. Acaba de dirigir en Zamora un seminario sobre el expolio y el tráfico de bienes culturales.
Cada robo o expolio es como un jarro de agua fría para José Luis Hernando, experto en arte y conservador del Museo Etnográfico de Castilla y León. Y lo peor, recuerda, «es que ocurre porque hay una demanda».
En momentos de crisis, como el actual, uno de los mercados que no sólo se mantiene sino que se potencia es el de obras de arte. La falta de liquidez hace que muchos coleccionistas privados recurran a piezas de valor para tratar de venderlas. De esta opinión es José Luis Hernando Garrido, conservador del Etnográfico de Castilla y León, que ayer ofreció en el museo una conferencia sobre el expolio y el tráfico de bienes culturales hispanos, y sus circuitos internacionales.

Con el reciente expolio del mosaico romano de Baños de Valdearados, en Burgos, aún muy reciente (28 de diciembre de 2011), el experto advierte sobre el «daño irreparable» que provocan estos robos en los yacimientos. «Es imposible poner en vigilante en cada uno de ellos, pero pieza que se roba pieza que ya nunca va a estar correctamente documentada», asegura. El robo de las principales escenas del mosaico se produjo, señala, con «nocturnidad y trabajando a pico y pala. Todo apunta a que se trata de un robo realizado con el ánimo de colocar la pieza en el mercado o por encargo de un coleccionista».

Especialmente preocupado se mostró el conservador con los rastreadores de metal mediante detectores especiales, «que tratan de localizar monedas u otros metales, pero que pueden destrozar yacimientos aún por descubrir, ya que provocan transformaciones fundamentales para el estudio». Contra todas estas prácticas ilegales solo cabe, además de la vigilancia e investigación policial, «la concienciación desde las etapas más tempranas, porque una pieza arqueológica no es lo mismo que un móvil, tiene una historia y un contexto que hay que respetar».

Algunos pueblos tanto de España como del resto del mundo, añade Hernando, han contribuido a esta práctica de «furtivismo arqueológico» con la convicción de que las piezas localizadas y luego vendidas podrían proporcionarles importantes ingresos. Pero cuando de verdad se rentabiliza el arte, apunta el conservador, es cuando se aprovechan los hallazgos para vivir del turismo, obtener beneficios legítimos y compartir con orgullo una parte de la historia de la zona en la que se vive.

En cuanto a los países a los que van a parar buena parte del tráfico internacional de objetos de arte, Estados Unidos se sitúa a la cabeza, aunque también han entrado en escena mercados emergentes como China.

A propósito del robo en la villa romana de Baños de Valdearados (Burgos), dirige hoy y mañana en Zamora el seminario «El expolio y el tráfico de bienes culturales hispanos»

—¿Existe alguna razón para esta ola de expolios del patrimonio artístico?

—Siempre ha habido robos, independientemente de la situación económica. Es más, en materia de arqueología hay más expolio en Andalucía y en el Levante. Es cierto que el patrimonio artístico, el sacro es vulnerable en Castilla y León por la despoblación y dispersión de los pueblos.

—Usted habla de encargos de peristas y coleccionistas, pero ¿no hay robos por el simple valor material de los objetos?

—Existe una estructura piramidal, con los ladrones en la base y que actúan por diversos motivos, pero siempre se encuentran con los peristas y sigue con los coleccionistas con mucho dinero y caprichosos, a lo que nos les importa acabar con el legado histórico y cultural de los pueblos.

—De todos modos, es difícil colocar una obra robada y catalogada.

—Es cierto. Colocar un Greco es imposible, pero hay muchas piezas, como los mosaicos robados en Baños de Valdearados, en Burgos, que podrían acabar en algún jardín en Estados Unidos como elemento decorativo. Para ello, estas piezas pasan un tiempo «dormidos» para salir con el tiempo cuando el delito ha prescrito. También es cierto que el patrimonio arqueológico, a diferencia del artístico y monumental, muchas veces no está inventariado porque simplemente no se sabe que existe al estar oculto desde hace siglos.

—De hecho, una de las tácticas de los arqueólogos es tapar lo descubierto o simplemente no decir donde está el yacimiento para evitar tentaciones.

—La conservación del patrimonio está vinculada a la divulgación. También es verdad que cualquier intervención en el patrimonio supone de algún modo una destrucción, aunque sólo sea por remover siglos de posos. Por ello, siempre se interviene con la premisa de que la intervención sea reversible al máximo. Otra cosa es que no siempre para disfrutar del patrimonio hay que estar en el sitio donde está. De hecho, a nadie se le ocurre pedir poder cotejar un incunable.

—En su momento, la Junta y la Iglesia barajaron los museos comarcales como ámbito para recoger el patrimonio más valioso del medio rural despoblado.

—Son una buena solución, pero debe ser flexible. Para ello hay que hacer ver a los vecinos de la conveniencia de que su patrimonio esté a salvo, además de darles facilidades para su disfrute y uso tradicional. De todos modos, no se trata de hacer réplicas de todo para poder depositar los originales en museos.

-Al hablar de expolio y tráfico de bienes culturales, ¿es obligada la referencia al reciente robo de parte del mosaico romano de Baños de Valdearados, en Burgos?
-Sí. Es un testimonio arqueológico de los que, habitualmente, resultan más débiles y vulnerables, porque están en el campo o en lugares muy concretos pero sin tanta protección como puede haber en un museo. En Castilla y León existen miles de yacimientos arqueológicos. Es utópico hablar de colocar a un guardia de seguridad en cada uno de ellos. El robo del mosaico de Baños de Valdearados da pie a reflexionar sobre el tráfico internacional de bienes culturales.

-¿Huele a encargo?
-Pudiera ser. Pero también puede tratarse de un expolio practicado por un chamarileo o por una persona que no tiene un duro y que está dispuesta a todo para buscarse la vida. Lo que va a hacer, como se dice en el argot del mercado, es tratar de que otro intermediario o perista recepcione. Este a su vez conoce a otros, y a otros, hasta llegar a blanquear la pieza o sacarla fuera de España con destino a mercados extranjeros, por ejemplo a Suiza. Suiza es un trampolín hacia Estados Unidos, Canadá, Emiratos Árabes, Japón?

-¿Cree que aparecerá?
-Confío en que sí. Ahora mismo a cualquiera que le ofrezcan este mosaico va a reconocer de forma automática que está ante una obra de arte robada. Claro que hay mucho listillo?. Y si sale de España recuperarlo es muy complejo, porque o te metes en reivindicaciones nacionales o en pleitos? Cuando una obra de arte sale fuera de Europa todo se complica. En Europa hay libertad de tránsito de personas y mercancías, y el arte, y es lo triste, es una mercancía por mucho que esté protegida por cada legislación nacional.

-¿La demanda es la que mantiene vivo este mercado?
-Efectivamente. Hay un mercado, hay una demanda y hay una oferta. Y un país como España lo que tiene es patrimonio arqueológico.

-¿Va a más?
-Yo creo que no. ¿Por qué hay expolios? Porque hay un mercado, un comercio. Existen coleccionistas que pagan muchos miles de dólares y de euros por algunas de estas piezas. Son coleccionistas? No sé si es una patología psiquiátrica o es una demostración de poder y estatuts, como quien se compra un Maserati, o quien se fuma un habano. Hay personas que quiere ostentar de forma más o menos discreta, o elevosa, con bienes antológicos, con obras de arte.

-¿Cómo se blanquea una pieza de arte robada o expoliada?
-Ahora mismo es muy difícil, sobre todo por Internet. Si miramos en la red aparecen fotografías del expolio de Baños de Valdearados en páginas que se pueden ver en todo el mundo. No es que se haya frenado, pero es más difícil. Los expertos policiales también cuelgan todas las piezas robadas. Si un día cualquiera de ellas asoma el pescuezo se localiza inmediatamente. Hace treinta o cuarenta años era un mercado mucho más clandestino y más complejo de controlar.

-Un mercado clandestino del que se beneficiaron algunos museos como el Getty, que con el paso de los años tuvo que devolver muchas de las piezas adquiridas.
-Eso ahora mismo es una excepción porque traficar con obras de arte exportadas de forma ilícita es muy peligrosos, por atractivas que resulten. Es algo con lo que te puedes pillar los dedos, porque te puede denunciar un gobierno extranjero. En cualquier museo del mundo con colecciones de arte europeo, oriental o clásico tienen que cumplir con la normativa a rajatabla y cuestionarse de dónde viene cada una de las piezas para intentar obtener su curriculum. Cuando ves algo turbio obviamente hay que rechazar cualquier adquisición.

-Con las piezas robadas parece más complicado, pero cuando se expolia un yacimiento y se obtienen obras inéditas, sin catalogación, ¿el camino para situarlas en cualquier colección se allana?
-No sólo es factible sino que muchas personas han vivido de eso. Cuando tú te llevas un fragmento del mosaico de Baños todo el mundo se entera de que es ese mosaico, porque está ahí. Pero si fuera un expolio de un yacimiento inédito, o conocido pero sin excavar, todo cambia. Ese es el problema auténtico. Cuando los llamados piteros van con detector de metales y encuentran piezas metálicas, como monedas, y hallan también esculturas o mosaicos y lo expolian, esa pieza queda sin inventariar. No tiene DNI ni código de barras.

-¿Qué precio pueden alcanzar en el mercado ilegal determinadas piezas?
-Es incalculable. Se pueden establecer guarismos y una tasación. El Louvre o el Metropolitan compran a tocateja una obra de arte de forma cuantificada. Hay cifras oficiales, aunque no me gusta hacer referencia a ello porque no es una ciencia exacta. Por supuesto se puede dar una cifra en función de los que se compra y se vende en cuanto a mosaicos romanos.

-¿Con dinero se puede comprar prácticamente todo en cuanto a arte se refiere?
-Hoy con dinero se puede comprar de todo, como en la época romana. Obviamente se puede comprar arte expoliado y blanqueado con dinero. ¿Cómo? Si yo trafico con arte y me interesa la pieza, la pongo a la venta en una casa de subastas o en un anticuario, y la adquiero aunque yo sea el propio ejecutor del robo. Así, puesto que ha sido comprada y vendida legalmente, ya se blanquea. El anticuario puede mentir a la hora de sacar el DNI de la pieza o decir que se la vendió un señor del Líbano, o un alemán que contaba que pertenecía a una colección de su abuelo.

-¿En casas particulares o en colecciones privadas se acumulan tantas piezas de arte como en algunos museos?
-Es posible. Todo depende de la magnitud y de la cartera del coleccionista. Pero las grandes obras de arte suelen acabar, a la postre, en colecciones privadas y públicas que, por fortuna, se conocen. ¿Qué existen ricos propietarios con caprichos y residencias lujosas con obras de arte? Haberlos ailos, pero creo que los menos. Tener obras de arte para disfrutarlas uno mismo es una práctica onanista. Yo desconfío de eso. Para mí es patológico. Un coleccionista de arte en el fondo lo que desea es autoprestigiarse. Creo que las piezas arqueológicas tienen adherencias, no es como un móvil o una carpeta. Encierran una historia, y los conservadores de los museos somos contadores de historias. Un mosaico tiene una historia, un contexto, y es fruto de una cultura concreta.

-¿Se roba también a la carta?
-Sí, claro.

-¿El caso del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago de Compostela?
-Este caso puede ser casi objeto de una novela por todos los ingredientes que encontramos.

-¿Dónde se puede colocar una obra de estas características?
-El Códice Calixtino es imposible de colocar en el mercado, a no ser que duerma durante un siglo y aparezca o emerja como un islote en medio del mar. Si aparece, por ejemplo, en Tokio, o en Los Ángeles, todo el mundo sabe que está ante el Códice Calixtino de la Catedral de Santiago. Es invendible, un auténtico icono del arte medieval europeo, del Camino de Santiago. Se roba arte por muchas razones: por avaricia, por exceso de dinero, por robos a la carta, por prestigio? Existen botines de guerra. La historia del botín y del expolio de arte es tan antigua como la historia de la humanidad. Los romanos expoliaban arte de la magna Grecia y del Peloponeso para decorar sus villas porque era lo más chic. El arte, y es triste, es un objeto de consumo.

-¿Habrá piezas zamoranas en estos circuitos internacionales? Desde hace casi dos décadas permanecen en paradero desconocido cuatro de las dieciocho tablas de Arcenillas, de Fernando Gallego.
-Un robo escandaloso. Estas tablas están en el limbo, en el purgatorio. ¿Qué algún día asomarán el morro? Puede. Quizá estén fuera de España, por qué no. Es factible que esas tablas se encuentren en cualquier país europeo o incluso en Suiza, que es ajena al mercado común. Es muy complejo recuperar obras de arte que han salido de España. El robo de arte sacro en la provincia de Zamora con mayor repercusión internacional ha sido sin duda alguna el de las tablas de Arcenillas. Está en el punto de mira de todos los listados de arte robado en el mundo. Cualquier experto, por malo que sea, detecta automáticamente un Fernando Gallego, identificable cien por cien, lo mismo si es en Estados Unidos, Japón o China.

-¿Las nuevas generaciones están más concienciadas con la conservación del patrimonio?
-Es una labor de mentalización, casi de apostolado. Desde el colegio es importante que los chavales sepan la importancia que tiene un vestigio arqueológico. ¿Para qué queremos una pieza arqueológica expuesta en la vitrina de un museo en Estados Unidos cuando esa pieza ha sido expoliada en España o en Italia? Puede ser una pieza muy singular y con una factura artística excelente, pero destruimos información. Somos un país exportador de bienes culturales, mientras que hay países que carecen de ellos, pero tienen el dinero suficiente para poder pagarlos. Ahora mismo se tiende al máximo control contra el tráfico ilegal. Pero el mercado ilegal existe. En Zamora por supuesto se han dado casos de furtivismo, aunque no es tan alarmante como en Andalucía o Levante, porque tienen más riqueza arqueológica.

-¿Los conflictos bélicos sirven en bandeja los robos de arte?
-Sí. Ahí están los conflictos bélicos en Oriente Medio, que son países con una gran potencialidad arqueológica. La guerra y el expolio van parejos. Con la Guerra de los Balcanes había un montón de traficantes de arte alemanes y suizos esperando para entrar y ver qué podían pillar. Como en Egipto, que ha habido saqueadores de tumbas desde la época clásica, y lo sigue habiendo, aunque este mucho más controlado. Si existe coleccionismo existe expolio de obras de arte.

-¿Ha cambiado el perfil del coleccionista?
-El coleccionismo tiene cientos de perfiles. Los hay muy íntegros y solo compran objetos de procedencia conocida, y piezas muy concretas. No es lo mismo la persona que compra un libro valioso porque es bibliófilo, que la persona que compra libros al peso.

-¿El arte zamorano está bien custodiado?
-Se hace lo que se puede. Y cuando un yacimiento arqueológico es visitable se intenta protegerlo, pero muchas veces el robo es inevitable. El patrimonio arqueológico de Castilla y León es enorme y complicado de controlar. No podemos poner a una persona vigilando cada yacimiento arqueológico.

Fuente: ABC y La Opinión de Zamora.

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